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Seguro que esta es una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez. ¿Cómo es posible que siendo las verduras una fuente tan importante de fibra y otros nutrientes sumamente saludables, haya personas que sientan una enorme aversión ante este grupo de alimentos?
Especialmente niños y adolescentes, que no dudarían un momento en cambiar la más sana de las hortalizas por un pedazo de tarta tan dulce que provoca diabetes de solo mirarlo. ¿Por qué resulta tan apetecible un trozo de carne ultra grasiento o ese cocido de la abuela que da un nuevo significado a la frase “no hay pan para tanto chorizo”?
Pues la respuesta está en nuestros genes, el manual de instrucciones de los seres vivos. Y el culpable, nada menos que la propia evolución. Pero antes de que malinterpretéis esto y vayáis a quemar los libros del pobre Charles Darwin, expliquemos su origen.
Aunque cueste creerlo, en los orígenes de la especie no había ni supermercados ni comida rápida. El ser humano dependía por completo de lo que podía obtener del terreno, ya sea a través de la caza o de la recolección de frutas y verduras. Comían lo que podían obtener, ya sea un animal que acaban de cazar o unas bayas que se habían encontrado por el camino.
Ante esta situación, el ser humano se adapto a elegir los alimentos dependiendo de su contenido calórico. Es por ello por lo que, por norma general, lo dulce resulta tan sabroso y es el sabor preferido de mucha gente. No es fruto del azar, es debido a su alto contenido en glúcidos.
Pero ¿y las verduras? Es cierto que su contenido en calorías es inferior con respecto a otros alimentos como los dulces o la carne. Pero ¿acaso no son fuente de otros compuestos nutricionales también necesarios para el cuerpo como vitaminas, minerales, fibra y venenos? Un momento
Muchas plantas (y hongos) utilizan veneno como mecanismo de defensa. Y con la primera edición de “La Guía De Las Plantas Silvestres Comestibles y Toxicas” un poco lejos de publicarse, el cuerpo tenía que desarrollar un sistema que le permita distinguir entre los alimentos comestibles y los tóxicos antes de ingerirlos. Y así surge el sabor amargo.
El sabor amargo suele considerarse el más desagradable de los cinco sabores básicos. Y no por nada, ya que la mayoría de los venenos presentan este sabor. Así pues, este sabor actúa como un mecanismo de defensa que nos avisa de la posible presencia de venenos en el alimento.
Por ello es el más sensible de todos los sabores. En los humanos, la familia de receptores TAS2R, encargados de captar y transmitir el gusto amargo, presenta 25 receptores diferentes que son capaces de detectar alrededor de 670 sustancias amargas. Todo un gourmet.
Este eficaz sistema ha sido clave en la supervivencia de la especie. Pero el problema de un sistema tan eficaz es lo poco que se adapta a los cambios. Al resultar desagradable, es más difícil que el cuerpo se acostumbre al sabor de los alimentos amargos y obtenga el “gusto adquirido”.
El “gusto adquirido” no es mas que la familiarización con un alimento, pasando del desagrado a la apreciación. Esto solo puede conseguirse mediante la continuada exposición al alimento, ya sea parcial o completa. Así que la única forma de que acabes tolerando las verduras, es hincharte a ellas hasta demostrarle a tu cerebro que no son peligrosas. Recomendado como tomar verduras si no te gustan
Pero eso no es todo, porque hay otro factor que también interviene en gran medida en la preferencia de determinados alimentos, la variabilidad genética. Todos los seres humanos contamos con los mismos genes, pero con distintas versiones de ellos. Eso explica que todos tengamos ojos con la misma función, pero de distinto color. En el caso del sabor, estas pueden influir tanto sobre la percepción de determinados sabores como por la preferencia de alimentos. Desde un mayor desagrado de alimentos dulces y preferencia por la comida salada hasta una mayor sensibilidad a la capsaicina, componente principal del picante.
Pero ¿en qué grado influye la genética frente al entorno? Es difícil determinarlo y es fruto de debate entre los científicos. Pero de algo estamos seguros, que nosotros mismos no podemos intervenir alterando nuestros genes, así que nos va a tocar cambiar de hábitos.
Y esto es especialmente importante para niños y adolescentes. Atención madres y padres que estén leyendo este artículo. Es esencial que vuestro hijo adquiera buenos hábitos alimenticios durante la infancia, época en la que se forja el gusto. Es importante que vuestro hijo/a os vea a vosotros, sus primeros referentes, comiendo también verduras y frutas. Puede que no lo parezca, pero podéis estar salvando a vuestro hijo de padecer enfermedades que van desde la obesidad al infarto de miocardio.
Y hasta aquí me despido, muchas gracias por leer el articulo y pasa un buen día.
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